jueves, 8 de octubre de 2009

Viaje a China VII















Se dice mucho, para qué nos vamos a engañar: vivimos en un mundo con demasiada información. 
Es cierto.

Pero no vale con echarle siempre la culpa al otro. Hay casos, y hoy os voy a hablar de uno de ellos, en que somos nosotros mismos los responsables de ese exceso de información.

Con los viajes y las fotografías pasa.
A mí me pasa.
Cuando vuelvo de un viaje traigo en mi tarjeta Compact Flash una variada cantidad, muchas, demasiadas fotografías.

Intento editarlas, las selecciono, las clasifico, busco las que más me interesan, las retoco... El proceso de trabajo suele ser siempre el mismo y la criba ardua.

Pero pasa el tiempo y aquella multitud de fotos, muchas desechadas o simplemente ignoradas, siguen aguardando en el cajón de un disco duro a que la deriva de los días, la curiosidad, la necesidad de una nueva entrada o sencillamente las ganas de volver a verlas me lleven a abrir la carpeta, buscar un visualizador y dar un click, un sencillo click para que la magia vuelva.

Y dentro de esa amalgama de imágenes tiempo ha olvidadas aparecen sombras que se convierten en luces, personajes que cobran vida, paisajes que se vuelven sugerentes.

Y entonces te das cuenta.
Hiciste bien en disparar.
Hiciste bien en guardarlas y esperar.
Nunca serán muchas, no, las fotografías de un viaje...