Fallaron todos los resortes...
Saltaron todas las alarmas, se encendieron todos los pilotos, sonaron todas las sirenas, se activaron todos los avisos de "¡no, no!", pero no ha habido manera...
No ha habido manera.
Me he ido conteniendo, me lo había prohibido, lo he estado evitando, pero no.
Ha llegado la hora de enfrentarse cara a cara con mis propios fantasmas y he salido como justo perdedor.
Bien es cierto que no había vencedor posible.
Nunca la poca es vergüenza es poca.
Y yo que pensaba que no había fronteras que cruzar, que ya no había límites que saltar o barreras que romper.
Pero no.
El desastre se consuma y esta entrada es ya un "no hay vuelta atrás".
La peor vergüenza ajena es la propia.
Hacía mucho que no retomaba estas entradas de "Lo peor de mi vida", y no sé si estoy preparado para tamaña afrenta conmigo mismo (lo estoy, no lo dudéis, esto es puro teatro sí, pero qué duro...).
Tragaré este sapo para buscar una reconciliación imposible con mi pasado más oscuro.
Será el miércoles 4 de noviembre.
¿No podría ser después?
Ya está dicho.
Hasta muestro del tirón la fotografía de la ignominia, porque el video será -no os quepa duda- infinitamente peor.
Paciencia.