Ha sido Egipto, por muchas razones, un viaje diferente. Entre otras, más corto que los viajes que suelo hacer.
Y, pese a lo que yo mismo pudiera pensar en un principio, no creo que eso haya afectado negativamente a las fotografías que de allí regresan.
Bien es verdad que a las pocas horas de estar en El Cairo me sentía como en casa. Pese a ser la primera vez que lo visitaba, había algo en sus calles, en su olor, en su caos y en su ruido que siendo únicos me transportaban a otros mercados, a otras medinas, a otras locuras de ruido y gente.
Así que -y todavía me extraño- fue fácil sacar la cámara y capturar como quien respira.
Otras veces te atrancas, qué sé yo, no hay reglas fijas.
Y esa es otra de las magias, supongo, que da el mirar la vida a través del visor, esa ventana tan pequeña como impresionante.
Así que uno, siempre al borde de darse de baja y mirar el viaje de otra manera, echará en el próximo viaje de nuevo la bolsa pesada y compañera, no vaya a ser que al final la pudiera echar de menos, tú.