miércoles, 4 de julio de 2012

Viaje a Brasil VIII




































Lo he dicho muchas veces: una de las mejores cosas que me ofrece colgar diez entradas de las fotografías de mis viajes, es la obligación de volver la mirada sobre ellas, es la lucha a contracorriente que la futilidad del digital ha introducido en nuestras vidas, usos y costumbres.
Cuando disparas más de mil fotografías en cada viaje, si no tienes un momento para regresar a ellas, para mirarlas con calma, para escudriñar en lo que ya creías visto estás perdido.
Esas imágenes se acumulan sin remedio, crecen exponencialmente con el paso del tiempo y el abismo que te separa de ellas es cada vez más insalvable.
Luego también está el volver a viajar con ellas, el reactivar sensaciones que creías olvidadas, el sumergirte en un túnel del tiempo inabarcable y hermoso.

Luego está, también, el pellizco del próximo viaje, tan cercano, que se cuela sin remedio al enfrentarte al pasado de lo que ya fue.
Y el futuro, juguetón como él solo, te sonríe desde una mísera carpeta.