lunes, 17 de enero de 2011

Viaje a China XI (Habitaciones de hotel) y XI













Mostraba hace poco en este mismo blog los fondos de mi último cortometraje, y los llamaba "los espacios vacíos" en tanto que esperaban pacientes la llegada de los personajes, del movimiento, de la historia.
Algo así pienso que ocurre con las habitaciones de hotel. Son, por su propia naturaleza, lugares vacíos en espera de nuevos clientes, nuevas ocupaciones, nuevas historias.
Pero de algún modo - también - esos espacios vacíos guardan tras de sí todos los viajeros que han pasado por allí; todas las peleas, las soledades, los sudores y las conversaciones que allí han ocurrido, que allí permanecen.
Por siempre.

Pienso en eso normalmente cuando me abren por primera vez la habitación de un hotel.
Sea donde sea.
Es inevitable no discurrir sobre los que antes que tú han pasado parte de su vida, sus inquietudes y sus anhelos entre esas mismas cuatro paredes.
Y que parte de eso se meterá en tu cama cuando duermas por la noche.

China no fue distinto a otros lugares.
Nuevos espacios, historias antiguas.
Fueron pocos los hoteles pues apenas si visité cinco ciudades.
Y por lo demás, bastante parecidos y normalmente impersonales. Pero allí habitaba ese inasible espíritu de la tradición.
Beijing, Shanghai, Hangzhou, Suzhou y Xian.

Y mi libro de "El Imperio", y el recipiente para hervir el agua, y las lámparas iguales, y jugar con el espejo.
Cuando me fui, allí dejé yo también, inevitablemente, una parte de mí.
Y allí sigo.