lunes, 23 de febrero de 2015

Viaje a Rusia III










Porque al final se trata -siempre- de mirar, de escudriñar, de estar pendiente. Se trata de dejarse sorprender, de volver a mirar, de sentir a través de los pasos.

Qué más da la herramienta. Unos ojos, un móvil, la sonrisa o una cámara.
Un viaje es relación, es tu relación con aquello que te encuentras. Y es la distancia y la cercanía, la complicidad y la extrañeza, lo hermoso y lo inabarcable.

Quizá por eso, cada vez más, dejando a un lado la reproducción de la imagen, su nitidez y posibilidades, me termino fijando únicamente en aquello que la imagen cuenta.
En Rusia o en la ribera del Guadalquivir. Sin salir de mi cuarto o en el país más remoto.
Y es que pareciera que son las imágenes, al final, las que viajan (y no uno).

Así que valgan esta noche unas cuantas fotos hechas con un móvil, atropelladamente, a medio camino a ningún sitio, pero que me traen, como tantas otras, aromas de lugares que sin saber por qué se presentan a esta hora remotos y cercanos.
Y yo viajo con ellas.