Ciento veinte, madre mía...
Todo lo que pase de esto -y será ya mismo- es lo que la DGT llama ir deprisa.
Y eso que llevaba unos cuantos domingos de viaje y sin acudir por tanto a esta cita que no me queda más remedio que llamar clásica.
Para retomarlo qué mejor que imaginar una mano que construye su propio universo de la nada, un cortometraje que se sabe no escrito y un folio que sueña con una muerte dulce llena de surcos aunque no sean de grafito...
Así son los domingos y así me gusta que sean: unas tiras cómicas y a cenar.