lunes, 1 de agosto de 2011

Viaje a Vietnam X























Ocurre cuando estás a punto de salir de viaje: no puedes sino acordarte de los anteriores.
Quizá por eso, en estos días, a parte de preparar la mochila para la próxima partida, me pongo a bichear entre las carpetas de imágenes antiguas, buscando una mirada, aquel mercado, un gesto, cualquier encuentro.
Y siempre pienso lo mismo: por mucho que queramos, las imágenes futuras son imposibles de imaginar.
Probablemente sea ese uno de los mayores encantos de un viaje. El misterio, la sorpresa, lo incontrolado.

Antes de mi viaje a Vietnam hubiera sido imposible recrear en mi cabeza los olores de los mercados, el ruido infernal de una calle en la capital, los colores del Mekong, el sabor de los lichis a pie de río.
Jamás hubiera imaginado el baile de las marionetas de agua, la sonrisa de aquel niño, los campos de arroz en la frontera con China.
Esa es la magia.
Recreando mi vista por aquellas imágenes pasadas me doy cuenta de que las futuras (las que están allí, esperando, de algún modo) son ahora imposibles y acabarán siendo, también, parte de mi pasado.

Y entonces la ilusión vuelve a mezclarse con la nostalgia.