En el bosque de la sinrazón
me hice elefante a tus bramidos
y alejado del poblado
ofrecí mi lomo a tu viaje infinito.
En un bosque de botellas vacías
me dejé beber por pico y plumas
hasta que tu boca, indulgente,
sorbió impasible la última gota.
En el bosque dormido de las dunas
emergí de piedras hipopótamo,
hecho nutria y hecho vientre,
deslavazado por siempre en el viento de tu noche.
En el bosque de ese ayer
maltrecho, salvaje y animal,
ya no me quedó otra cosa
que no fuese rugir, bramar o rascarme.