domingo, 29 de diciembre de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (LI)


351) Porque Alberto, el padre de Dios, castigó a éste por espiar sin permiso en los aseos de la Estación de Autobuses de Albacete ("toda omnipresencia conlleva una gran responsabilidad, hijo").
Dios, al que no se le pasó el mosqueo del castigo ni leyendo enteros los cómics de Bernie Wrightson, contrató a un maya a sueldo por internet para que destruyese el mundo, allá por el año 835, pero aquel tipo enfermó y no pudo cumplir su encargo aunque había cobrado.
Los mayas, perezosos por naturaleza pero nobles y un poco tontos, se fueron pasando el encargo de generación en generación, hasta que Hzmetltec Tlochmah le dijo a su hijo Ampzecua: o bajas la basura del pescado esta mañana o te cargas el mundo por mucha navidad que sea.

352) Esmerados Liantes Fagocitan Impertérritos Nebulosas DEL Mediterráneo Untadas de Oropeles.

353) Porque el fin del mundo salió a la calle henchido de gloria, hastiado de ayeres, vencido de optimismo, curado de espanto, triunfante en decadencia, engominado de esnobismo, mancillado en letanías.
El fin del mundo salió a la calle COMO SI NO HUBIESE MAÑANA.

354) Porque Herbert Morales gustaba de hacer trampas en el amor y en el juego: cartas en la manga, dados con contrapeso, máquinas trucadas.
Como buen ludópata el sudor se volvía frío con una buena apuesta y no soportaba perder ni al solitario.
Así que cuando aquel infausto día le repartieron aquella mano y vio tan malas cartas hizo como que no, como que ay, como que se me han caído, como que dame de nuevo las cartas, como que borrón y cuenta nueva, como que la única manera es volver al pasado pues ya está, desandamos el 2013 y finiquitamos el mundo si hace falta, total, no voy yo a perder mis tres garbanzos yendo de farol...

355) Porque la noche anterior el bueno del mundo había salido a tapear con sus amigos Roberto el gorrón y Marina la golosa, dejándose el alma y los cuartos en cañas bien tiradas y fritura variada.
Fue un mejillón, y no el bróculi, como recogerían años más tardes los libros de Historia, los que de una indigestión mayearon al mundo.

356) Porque el fin del mundo (al que trataron de educar al modo salvaje sin libros y con solo Tele 5 sintonizado en el canal por cable) quiso en su mayoría de edad matricularse en pedagogía por la UNED.
Inducido por una mano cobarde de la que nunca hablaremos, se especializó en eso de la psicología inversa, y se decía a sí mismo y a todos los amigos que en la cafetería lo rodeaban: "Que no, que el mundo no se acaba", "Que sí, que todo va bien", "Que no, que caiga un chaparrón".
Y fuimos todos tan felices en aquella cafetería de billar sin tapete y tés con ron que no nos dimos cuenta que más de un año estuvimos bañándonos en la necedad que da el ignorar que el mundo ya no existe.

357) Porque al igual que Willy Fog le ganó un día al mundo dando una vuelta sobre él, los mayas (que no son tan malos como los pintan) le habían dado vueltas y vueltas y vueltas a eso de si acabar el mundo o no, tantas vueltas, 365, que al final el fin del mundo llegó en su momento, pero le habían ganado un año al tiempo.