lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Está la muerte? Que se ponga


¿Está la muerte? Que se ponga.
Estoy paseando por el cementerio de Moscú, cámara al cuello pensando -no queda otra- en la vida, la muerte y el teatro.
La tarde cae mientras las nubes continúan impasibles deshaciéndose entre mentiras y vientos. En un árbol los pájaros se cuentan secretos antes de reanudar el vuelo. Y no hay adolescentes.

Todo transpira solemnidad y trascendencia. Todo pesa más, como si paseases por Júpiter y hasta te da miedo pensar más alto de la cuenta.
Todo pesa más, todo trasciende, sí, hasta que la ves a ella.
A aquella estatua.

Aquella estatua estaba en una esquina, abierta al jardín y los pasillos, pero sabiamente resguardada de sus compañeros de fila. Representaba a un general (¿comandante, coronel? nunca supe, maldita sea, de escalafones) en un gesto recio, altivo, imponente y serio mientras sostenía un teléfono.
Y fue justo ahí cuando me di cuenta que yo iba en vaqueros, que las nubes del cielo en realidad se abrían a los últimos rayos del día, que me apetecía escuchar tanto una canción de Albert Pla, y que, por qué no, no estaría mal sacarse un moco allí mismo.

Sí.
Me acordé.
Pero primero me acordé de él, claro.
De Gila.
Gila y su teléfono, Gila y su famosa frase: ¿Es el enemigo? Que se ponga.
Y es que no habrá mejor lugar que un cementerio para desacralizarlo todo. No habrá mejor espacio para celebrar la vida como es: un regalo, un absurdo, una sorpresa, un presente. Una maravilla con diferentes envoltorios.
Y es que no habrá mejor lugar que un cementerio para reírse de la muerte. Para burlarla, para bailarla, para guiñarle, entre el corazón y el respeto, y jugar al pilla pilla desde muy lejos.

Y entonces viajas de Júpiter a Plutón y sientes como tu cuerpo levita. Sientes la risa de las hojas, el dulzor de los secretos.
Y te alejas, y sales del camposanto, y te adentras en una avenida inmensa mientras inventas mentalmente un imaginario diálogo entre tú y la muerte (que se ponga, le has dicho) y notas cómo los transeúntes te miran, qué tendrá ese tipo que se ríe solo, a carcajadas, mientras pasea sin rumbo, alejándose tan feliz de un cementerio.