domingo, 17 de noviembre de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XLV)


309) Porque un buen día se pusieron en huelga los barrenderos, el mar, las abogadas de Illinois, diez mil zarigüeyas, el parque ferroviario de Canadá, los tomates, veinte mil metros cuadrados de vinilos sobre jazz y una diadema falsa, copia de una joya que llevó Audrey Hepburn a la gala de los Oscar.

310) Porque la vida -y la muerte- es una cuestión de apuestas. Y basta que el fin del mundo se sume a la mesa de póquer que Ildefonso Cabrera organiza todos los miércoles en la taberna de Lolo con dos whiskys de más, para que apueste su reloj, el jersey de lana de su madre, un trozo de atún de a almadraba de Barbate o la Tierra en persona, quién da más con dobles parejas puercas.
Y si hay que hacer una huelga, sea o no con la dulzura de Audrey, es para llevarla a sus últimas consecuencias. ¿o no?

311) Enseguida Limitas Fábricas Indefensas Neoliberales DEL Mediterráneo Usurpadas Neciamente Donde Obligan.

312) Porque no fueron sólo los Mayas. Los Mayas supieron aglutinar fuerzas entorno al PIFIMÚ, el Partido Internacional por el Fin del Mundo, que incluía indígenas peruanos filósofos, tortugas de las Galápagos fumadoras de crack, esquimales con el B2 de Italiano, argentinos introvertidos, arribistas de todas las nacionalidades, mandarinas de color violeta, cangrejos con patas impares y suecos que tatúan dragones en su tiempo libre. Y como para detener a semejante caterva.

313) Porque el fin del mundo tenía un bolsillo en sus vaqueros que parecía el bolso de las madres, donde cabía una esmeralda verde oscuro, un paquete de kleenex con más plástico que papel, las llaves del piso de la Calle San Mateo 14, un billete de cinco euros con el número de teléfono de Verónica, el reguardo de haber sacado noventa euros cuando quiso invitar a la cena de los jueves, la entrada al Museo Ghibli con un trozo de "La princesa Mononoke", pelusillas de variados colores que juntas forman la letra e y un trozo de yeso que cualquier policía mal dormido podría confundir con escayola. La mariposa que no cupo batió sus alas, y con el caos de Pekín comenzó todo aquel dolor reflejado con tristeza por los escribas de Marte.

314) Porque no hay dos sin tres, ni quinto malo. No hay mal que cien años dure ni cuatro patas para una mesa. Porque a la tercera va la vencida y el fin del mundo, que nunca supo contar, la fastidió en la séptima.

315) Porque hacer el amor es llenar de de silencios graves una habitación sin gotelé, es mudar de piel en cada roce, es planchar las sábanas pero al revés, es voltear una lámpara que ilumina el mediodía, es manchar el suelo con el rastro del deseo, congelar un momento que durará mil años, arañar el aire que suspendido nos dice adiós antes de volver de repente.
Pero hacer el fin del mundo no.
El fin del mundo es una lista.
Es como la lista de la compra pero con una sola línea que pone "fin del mundo" y ya está.