Para dibujar no hay nada mejor que una noche negra (o cualquier día con la tarde libre), una mesa limpia y mucho tiempo.
Un té (o dos, o tres) para descansar y relajarse es el mejor acompañamiento.
En realidad una de las cosas buenas del dibujo es que te permite hacerlo y disfrutarlo en cualquier momento, casi en cualquier lugar. Ha sido y es el gran rellenador de mis múltiples huecos. En cualquier caso es mucho mejor que la teletienda para cubrir un insomnio. Puedes dibujar diez minutos o doscientos. Pero tira de ti, claro (es así de puñetero) y es fácil que la cosa se alargue siempre.
Dibujar (para mi, claro) tiene un qué se yo que gusta mucho. Y por eso lo hago.
Dadme un papel y un lapiz blando. Mejor que un caramelo.