lunes, 13 de octubre de 2014

Viaje a Japón VI








Cuando no puedes, no puedes.
Aunque lo intentes.
A veces te dices: voy a mirar sin mirar, a huir, a escapar de mí mismo.
Pero no hay manera.

Hoy quería buscar imágenes de Japón sin orden ni coherencia. Quería huir del sentido, de la unidad. Quería mirar sin saber y detenerme en aquellas imágenes que hubieran pasado desapercibidas, que me gustasen individualmente, detenerme y jugar con ellas sin pesar en sus acompañantes.
Metro, ciudades, templos, calles. Lo que fuera. Lo que hubiese.

Pero no he podido.
Uno hace el recorrido, se cree libre y luego se da cuenta: todas en blanco y negro menos una. Y colocada justo en la mitad. Alternando campo y ciudad, árbol y asfalto con meridiana simetría. Huyendo casi en su totalidad del elemento humano. Y tratadas, sí, de un modo parecido.

Las imágenes se unen y juegan, se enroscan y se amalgaman. Por uno y a pesar de uno.
Así es cuando mandas al garete la coherencia pero ella llega sigilosa, a la hora del té de la tarde, y te abraza por detrás. Un abrazo con aromas a lluvia y a "no voy a dejarte nunca" de tal intensidad que no puedes sino corresponderle y, como mucho, despeinarte un poco en el momento.