domingo, 12 de agosto de 2012

Candy Candy (5 y 5) y Varon Dandy (5 y 5)


















Tuvieron un hijo al que llamaron Candy Dandy.
Pero para que ese momento llegase, la vida de Candy Candy (1898, Hogar de Pony) tuvo que pasar por turbulentas relaciones de envidias, orfanatos, muertes, guerras, adopciones, secuestros, enfermedades e internados, entre otras cosas.

Candy Candy conoció al Varon en un concurso de taekwondo, y la primera vez que lo vio -de espaldas, tocando a la armónica una canción de OBK- supo que aquel era el bote de colonia de su vida, y que lo amaría por siempre.
Por aquel entonces Varon Dandy (1875, fábrica de colonias de Limburg) era un conocido playboy de la noche marbellí (que tenía un hermano gemelo, idéntico, encarcelado injustamente en las mazmorras de Westminster) con al menos tres hijos ilegítimos que había tenido con una caja de galletas Fontaneda caducadas, que era mala y tenía una envidia tal que solo vivía para hacer infeliz al crápula de Varon.

Tras el concurso de taekwondo (que Varon Dandy no gana porque la caja de galletas Fontaneda impregna su dobok de cloroformo infiltrándose disfrazada en el equipo técnico) el bote de colonia es trasladado a una república báltica con deshonor. 

Candy Candy lo busca desesperadamente por todo el mundo -hace de bailarina en la URSS y de conejita para Hugh Hefner- hasta que se encuentra con el hermano gemelo del Varon Dandy, que acaba de salir de la cárcel y es feliz por primera vez en sus treinta y cinco años de vida. 
Candy Candy, nada más verlo, lo confunde con el auténtico Varon y se desnuda (en un capítulo que todavía se recuerda por su alto voltaje erótico festivo), pero el hermano gemelo le hace entrar en razón cuando abre su armario y Candy descubre que solo tiene cinturón verde de taekwondo.

Pese a ser feliz, el hermano gemelo decide suicidarse, dejando una nota a Candy y a los médicos, donde explica que en la parte interna de su páncreas hay un dispositivo electrónico con el que podrán localizar al Varon. Con lo ojos impregnados de lágrimas al contemplar tremendo sacrificio, Candy no se da cuenta que la malvada caja de galletas, disfrazada de ATS, le pega el cambiazo con el dispositivo.
Al comprobar que no funciona, y sintiéndose mal al acordarse de la imagen del hermano de Varon abierto en canal y manchado de sangre, se da a la heroína.

La adicción de Candy duró tres temporadas en su versión original, pero los italianos, pensando que aquellos interminables episodios de cucharillas y limón no venían a cuento, lo solventaron con una cartela donde se explicaba que las ojeras de Candy eran producto de leer todas las noches las novelas de Corín Tellado.

El caso es que la caja de galletas había escondido el dispositivo para encontrar a Varon en la caja 508 de una sucursal bancaria, y cuando Candy y tres camellos de Algeciras atracan el banco buscando dinero para sus trapicheos, en una escena de puro llanto, Candy descubre el dispositivo en el mismo momento en que, a cámara lenta, uno de los yonquis hace saltar la tapa de los sesos de uno de los consejeros delegados de Bakia, que pasaba por allí para blanquear dinero.

Rehabilitada milagrosamente gracias a un monje tibetano, Candy emprende la búsqueda de Varon, al que encuentra de espaldas, otra vez, tocando un ukelele. 
Nada más verse, Candy abre muy despacio el tapón del bote de colonia (podemos intuir cómo el líquido del interior está a punto de ebullición) y la serie funde a negro.