lunes, 7 de marzo de 2016

Viaje a India III










Lo digo mucho: en fotografía, como en tantas otras cosas, soy mucho de no pensar "durante" la toma, pero sí de reflexionar en el "después".

Mientras hago las fotografías la mente se queda en blanco. Lo que hago o no, las decisiones que tomo vienen de un lugar desconocido, hecho de reflexiones anteriores, y filias instaladas, qué duda cabe, pero que desaparecen en el fragor del que en algo se vuelca.
Pero eso sí, una vez hechas, cuando reposan en la tarjeta o en el disco duro, soy de los que gusta mirarlas y pensar en por qué se hicieron así y no de otra manera.

Una de las cosas que me di cuenta hace tiempo, es cómo me gusta el espacio físico, con alguien que se sitúe en él. Lo podría llamar "Gente en sitios" como aquella película de Cavestany, o "Personas en lugares". El procedimiento es siempre el mismo: elegir un espacio, encuadrar o seleccionar una composición, y esperar a que alguien lo ocupe, lo haga suyo. Y entonces tratar de hacerlo mío.

En India pasó. Esos lugares mágicos y mundanos, imposibles y vulgares se me ofrecieron con su gente, con sus personajes, con su vida desparramada a cada paso.
Y uno, que gusta de mirar, miró.