domingo, 21 de julio de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XXX)


204) Porque Arturo Valdivieso, investigador privado del sentido común, se puso a atar cabos. Y tan bien los ató que el mundo, nada más levantarse de la cama y con ganas de media de tomate y zumo de naranja, tropezó con los cabos atados y se partió la crisma a la altura de Groenlandia.

205) Porque Guardiola, Julian Assange y Benedicto XVI, sin ser malas personas a priori, tenían esa típica doble personalidad que esconde por debajo a un ser mezquino y enfermizo, por mucho que las camisas de marca, las miradas daleadas o las cuentas en Suiza intentaran evitarlo.
Esas tres personalidades se evaporaron de sus cautos dueños una noche de diciembre de 2012 para respirar el aire fresco de la calle, dijeron, pero no pudieron evitar malmeter y difamar a gente honorable y cristalina como Jiménez Losantos o La Terremoto de Alcorcón, y claro, en ese choque de personalidades múltiples se creó un vórtice que no se solventó ni con una rueda de prensa al uso.

206) Porque donde dije digo digo Diego, y allá que vino Maradona, ese Atila de mundos, ese adalid de las catástrofes, ese final del mundo con sabor a mate y atardecer nublado.

207) Porque, si en vez de pedir una pizza cuatro quesos, Harrie Branson se hubiera conformado para cenar con las alitas de pollo del Mercadona, Ferrá Adriá no habría tenido que salir de su escondite para cuajar la leche de su cabra Esmeralda. Una vez en la calle, en plena medianoche, la bata blanca de Ferrá fue confundida con un destello onírico y fantasmagórico por Ricardo Belmonte, que llamó al programa de Iker Jiménez para identificar el fenómeno. Entonces ocurrió que Adriana Minguella, que estaba viendo la tele mientras zurcía los calcetines de su hermana, cambió de canal, y sintonizó en la tele por cable un programa de preguntas donde por 32.000 € debías responder si los mayas tenían razón en sus predicciones sobre el fin del mundo.
Y Adriana, a la par que Harrie abría su boca para engullir la pizza, cogió el móvil de su hermana y marcó.

208) Porque el fin del mundo se las quiso dar de moderno y se convirtió en yeye y en gogo.
Y llegó.

209) Porque Calimero Tisiana, un niño boliviano que vive a las afueras de La Paz, encontró el mapa de un tesoro que indicaba al mismo tiempo dónde se encontraban los restos del fastuoso tesoro de Marcomura, el pirata negro, y también indicaba dónde se hallaba el punto débil de el mundo, ese talón de Aquiles que podría desencadenar el desastre más desastroso a los ciervos y a los donetes.
Calimero quiso entregarle el mapa a su abuelo Norberto, pero éste había fallecido hacía poco más de un mes, así que, temeroso, entregó el mapa a las autoridades.
Y claro, si hay algo que gusta más a las autoridades que el dinero -y mira que les gusta- es el poder. Así, mandados por el comandante Heriberto, una patrulla de cinco guardas municipales salieron un 20 de diciembre a buscar entre las calles Cabalso y Andrades el punto débil de un mundo al que no le gusta nada que le toquen las cosquillas.

210) Porque "El Mundo" era una novela rumana, una película de los años 50, un periódico español y una gominola rosa con sabor ácido y punzante.
Dimitris Colungas, Ramiro Buendía, Antonia Mercado y Rosita Herrando se acabaron "El Mundo" cada uno en su sitio, cada uno a su manera, cada uno -con asco, pasión o rabia- a su bendita e irrepetible manera.